He tenido una charla con Gema, una gran educadora canina y mejor amiga, sobre el delicado tema de la aplicación de la eutanasia a los perros, la cual me ha dado pie a publicar este artículo. Tengamos por seguro que llegará el día que nuestro perro no saldrá a saludarnos como el rayo al llegar a casa, no porque no quiera sino porque no podrá.
Yo tengo clarísimo que no soy quién para quitarle la vida a ningún ser vivo pero soy consciente que es un tema que produce confusión en las personas por que "no sabemos qué es lo mejor ¿para el animal?", en ciertos casos de enfermedad en los que lo vemos sufriendo. Muchas veces no sabemos como actuar cuando el veterinario (de toda la vida) nos propone poner a dormir al que ha sido nuestro compañero durante tanto tiempo (y cliente suyo al que ha cobrado todas sus visitas) "para que deje de sufrir". Llegamos a pensar, o nos convence, que es lo mejor para el perro. Os invito a que leáis las reflexiones que hace el veterinario homeopático argentino Dr. Juan Agustín Gómez para que saquéis vuestras propias conclusiones y actuéis en consecuencia cuando vuestro "mejor amigo" esté enfermo o esté llegando al final de sus días. Tomemos nuestras propias decisiones.
Yo tengo clarísimo que no soy quién para quitarle la vida a ningún ser vivo pero soy consciente que es un tema que produce confusión en las personas por que "no sabemos qué es lo mejor ¿para el animal?", en ciertos casos de enfermedad en los que lo vemos sufriendo. Muchas veces no sabemos como actuar cuando el veterinario (de toda la vida) nos propone poner a dormir al que ha sido nuestro compañero durante tanto tiempo (y cliente suyo al que ha cobrado todas sus visitas) "para que deje de sufrir". Llegamos a pensar, o nos convence, que es lo mejor para el perro. Os invito a que leáis las reflexiones que hace el veterinario homeopático argentino Dr. Juan Agustín Gómez para que saquéis vuestras propias conclusiones y actuéis en consecuencia cuando vuestro "mejor amigo" esté enfermo o esté llegando al final de sus días. Tomemos nuestras propias decisiones.
REFLEXIONES SOBRE
Después de
algunos años de práctica en la clínica de animales pequeños, se fue
desarrollando en mí una creciente inquietud con respecto a este tema,ya que
siempre había sospechado que era necesario tener una posición, una actitud
coherente y sobre todo honesta frente a una situación en la que tantas veces me
había
encontrado implicado y actuado mecánicamente de acuerdo a los "usos
y costumbres" social y profesionalmente aceptados.
Han
transcurrido unos cuantos años más, he acumulado experiencia, he observado con
preocupación y atención, he incorporado información y actualmente creo poder
expresar una opinión cuando se me requiere y ésta es una de esas oportunidades.
Ante todo
debemos dejar aclarado el significado de la palabra "eutanasia", con
el propósito de que todos sepamos a qué nos referimos cuando la mencionamos.
Personalmente opino que se la usa incorrectamente ya que etimológicamente significa "buena muerte" o "bien morir" y el diccionario la define como "muerte sin sufrimiento" y rara vez, el que la practica, se detiene a pensar si está provocando algún tipo de sufrimiento en su VICTIMA. Recordemos, como ejemplo, al tristemente difundido uso de miorrelajantes del tipo del "Paranoval" que simplemente matan por asfixia.
Personalmente opino que se la usa incorrectamente ya que etimológicamente significa "buena muerte" o "bien morir" y el diccionario la define como "muerte sin sufrimiento" y rara vez, el que la practica, se detiene a pensar si está provocando algún tipo de sufrimiento en su VICTIMA. Recordemos, como ejemplo, al tristemente difundido uso de miorrelajantes del tipo del "Paranoval" que simplemente matan por asfixia.
Quiero
referirme en esta oportunidad a la situación límite que, en la práctica diaria
de la clínica de pequeños animales, suelen presentarse en la relación entre
paciente, propietario y médico veterinario actuante, dejando de lado,
momentáneamente todas las otras razones, circunstancias y medios en y por los
cuales se llega a decidir que uno, varios o muchos animales deben morir. Es
mejor así debido a que el análisis de motivaciones culturales, sociales y
económicas, implica un conocimiento técnico amplio y profundo de cada uno de
esos campos y no me parece prudente tratarlos con ligereza.
De todos modos, cualquiera sea el punto de partida, la meta es la reivindicación de un principio ético fundamental: el respeto por la vida en todas sus formas.
De todos modos, cualquiera sea el punto de partida, la meta es la reivindicación de un principio ético fundamental: el respeto por la vida en todas sus formas.
De la
mencionada relación de tres trataré de analizar, en primera instancia, las
diversas actitudes de dos de sus miembros, siguiendo así la costumbre
establecida en nuestro medio de prescindir de la opinión de un tercero. Dejaré
para el final la observación de la situación y la actitud de este tercer
personaje que es, obviamente, el paciente.
El médico
veterinario y el propietario deben coincidir, necesariamente en sentido
afirmativo, para que el hecho se produzca.
¿Por qué el
propietario decide que su animal debe morir?
1) Porque el
animal está muy viejo, sordo, casi ciego y camina con dificultad y "él no
puede soportar" verlo en esas condiciones, recordando los momentos felices
que pasó viéndolo retozar cuando era joven.
2) Porque, si
bien es joven, "él no tolera" verlo con ese aspecto horrible que le
da la enfermedad de la piel, crónica y tan rebelde a los tratamientos que por
otra parte produce un olor tan desagradable, "pobrecito" (?).
3) Porque la
enfermedad es grave, con pocas posibilidades de superarla y "él sufre
mucho" pensando que, después de tanta lucha y dolor, de todos modos su
animalito puede morir.
4) Porque la
situación familiar, derivada de la preocupación por la enfermedad del animal
"se hace insostenible".
5) Porque
verdadera y sinceramente, cree que existe una posibilidad de ahorrarle
sufrimientos supuestamente inútiles a un animal que ama de verdad.
6) Porque
acepta el consejo del médico veterinario.Los cuatros primeros casos, cuyos
argumentos he debido escuchar casi textualmente con tanta frecuencia, son el
resultado de una actitud absolutamente egoísta, refiriéndose todos ellos a la
preocupación que el dueño tiene por su propio bienestar, olvidando considerar a
quien realmente necesita consideración.
Quien nos ha
dado tantos momentos felices a través de muchos años merece que, al menos, le
dediquemos unos meses de esfuerzo y algo de preocupación para ayudarlo a
transitar sin dolor los últimos tramos de su vida.
El ser que nos
hizo enorgullecer con su belleza no merece ser condenado a muerte porque
momentáneamente no satisface las necesidades estéticas de nuestra vanidad.
Nuestro propio
dolor por el enfermo que sufre no puede ser contemplado antes que el del propio
enfermo, porque es él quien necesita ayuda.
¿Y la situación
familiar? Muchas veces se invoca la presencia de niños para los cuales la
situación resultaría una experiencia desagradable. ¿Por qué no aprovecharla
para brindarles un ejemplo de solidaridad con el que sufre y de amor por la
vida?
Los motivos
expresados en los casos 5 y 6 merecerán ser incluidos en las consideraciones
generales. No obstante sería bueno pensar si detrás de ese "ahorrarle
sufrimientos" no se oculta la intención de desembarazarse de una verdadera
carga o si el consejo del profesional no resulta especialmente apropiado y
oportuno para aliviar un sentimiento de culpa por la consumación de un hecho
que no podrían llevar a cabo sin un cómplice.
¿Por qué el
médico veterinario decide que su paciente debe morir?
1) Porque lo
considera incurable.
2) Porque las
escasas posibilidades de curación no justifican los esfuerzos de todo tipo que
deberían realizarse.
3) Por
ahorrarle a su paciente sufrimientos "supuestamente inútiles.
4) Porque el
propietario lo pide.
El pronóstico
de incurabilidad es pronunciado con frecuencia muy llamativa, tanto que cabría
cuestionarse la utilidad de tantos años de estudios realizados por los
veterinarios dado que, aparentemente, sólo son atendibles las enfermedades que
no revisten verdadera gravedad.
Como médico
veterinario debo confesar que pronosticar incurabilidad, especialmente si el
diagnóstico va acompañado de algunos estudios complementarios y la sentencia se
pronuncia con gesto académico, es una salida elegante llena de ventajas, a saber:
a) libera de la
responsabilidad de enfrentar un tratamiento con probabilidades de fracasar y
los fracasos, aún en casos gravísimos, siempre provocan cierta pérdida de
prestigio.
b) Alivia el
esfuerzo de trabajo y dedicación que significa un enfermo grave.
c) En caso de
ser aceptada la eutanasia por el dueño (cosa muy probable) se termina en un
instante con un "caso problema", quedando más tiempo disponible para
las vacunaciones y casos sin gravedad que son la fuente más importante de
ingresos fáciles.
Personalmente,
cuando ante un caso muy grave se me requiere un pronóstico definitivo suelo
responder que solamente podemos estar seguros de lo que conocemos con certeza y
este tipo de conocimiento certero es tan escaso entre los hombres que podemos
asegurar que lo que conocemos es ínfimo en relación con lo que no conocemos. De
modo que nadie, absolutamente nadie, puede tener la certeza, la seguridad, de
que un paciente indefectiblemente morirá. Dicho de otra manera, solamente
podremos asegurar la incurabilidad de un paciente cuando éste haya muerto.
Todos los
milagros son simples evidencias de nuestra ignorancia. Yo sigo asombrándome
cada vez que presencio la curación de un caso que, de acuerdo con el
diagnóstico de enfermedad clínica perfectamente realizado, debería darse por
perdido. Del mismo modo, me asombro ante el desenlace fatal de casos que
estaban aparentemente bien controlados.
De manera que
podemos preguntarnos: ¿debemos condenar a muerte a un animalito simplemente
porque ignoramos la forma de curarlo?
Nuestra misión
como médicos es luchar por la vida del enfermo, tratando siempre de curarlo o
al menos, de aliviarlo, con todos los medios disponibles, poniéndonos de su
lado y no del lado de la enfermedad y de la muerte.
Todo ser vivo
tiene el derecho de ser favorecido por el "milagro" y no podemos
negarle su oportunidad.
Con demasiada
frecuencia se olvida la consulta entre profesionales y muy especialmente se
olvida recurrir a otro tipo de medicina no convencional y aún a los métodos
tachados de mágicos o curanderiles, como si el dogma científico fuera más
importante que la vida del enfermo.
¿Cómo podemos
traicionar a quien nos pide ayuda y confía en nosotros? ¿Es que el orgullo
personal, la necesidad de prestigio y consideración o aún el interés material
valen más que la vida y el bienestar de nuestro paciente?
Profundizando un poco más, afirmo que los hombres, cualquiera sea el grado de autoridad
científica, social o cultural que hayamos alcanzado, no tenemos el derecho de
destruir aquello que somos incapaces de crear y cuyo profundo misterio
desconocemos: la VIDA.
Y como en la
situación que estoy analizando cuando hablo de vida me refiero específicamente
a la del paciente, analizaré la condición de este "tercer personaje",
a quien considero el más importante.
Si él pudiera
hablar y le preguntáramos su opinión ¿qué diría?.
Si el pudiera...Pero... ¿no
puede? ¿Cuántos de nosotros y cuántas veces nos hemos detenido a escuchar su
voz? Todos los animales son capaces de hacernos saber qué quieren, qué sienten,
especialmente si convivimos con ellos, y en el caso de los animales enfermos
esta expresividad se conserva y aún se exalta en algunos casos, resultado casi
obvio que, aparte de la expresión y la actitud, cada síntoma es un pedido de
ayuda.
Ha sido observado
además que los animales son capaces de cierto "voluntarismo" en
relación con su vida, tal el caso de los perros que por haber muerto su amo
"deciden" morir también (cada lector debe conocer alguna historia de
estas).
En lo que a mi
respecta, me ha sido relatado por un allegado inmediato al protagonista y
testigo presencial, un escalofriante episodio de supervivencia voluntaria.
Trataré de resumirlo.
Un hombre, por
razones de trabajo debe viajar por un tiempo. Su perro, ya viejo, queda en su
casa en compañía de su familia. En ausencia del amo el perro enferma gravemente
y el médico veterinario que lo atiende pronostica un desenlace fatal a corto
plazo, llegando incluso a proponer la eutanasia para evitar lo que se
consideraba una agonía inútil. Los familiares prefieren no tomar ninguna
determinación sin el consentimiento del amo, quien al serle comunicada la
novedad decide regresar.
Mientras tanto
transcurren los días, el perro está en un estado de sopor comatoso, no come ni
bebe, apenas respira. Nadie, incluido el médico veterinario, se explica cómo es
posible que siga viviendo. Ya debería estar muerto. Transcurre en esas
condiciones casi una semana. Finalmente el amo regresa y el perro, que había
estado "inconsciente" todos esos días, al entrar aquél levanta la
cabeza y lo mira. El amo se acerca y, llorando lo acaricia. En el momento de
recibir la caricia, el perro muere.
¿Cómo es
posible que propietario y veterinario decidan, a veces tan ligeramente, el
destino de una vida como esa?
Alguien podría
decir, y de hecho lo he oído varias veces, que es "inhumano" permitir
el dolor "inútil en un perro que ni tiene esperanzas de salvación".
Ya he
mencionado la relatividad y subjetividad del concepto de incurabilidad, de modo
que agregaré otra afirmación: creo que no existe ningún dolor físico que supere
al que produce la certeza de la muerte artificial inminente producida con la
complicidad de quien se ha amado tanto.
Pocas personas
ignoran que los perros perciben nuestra actitud aunque no hagamos absolutamente
nada, de manera que es evidente que "saben" qué es lo que vamos a
hacer cuando empezamos a hacerlo.
Cuando llamamos a nuestro perro para salir a pasear éste viene inmediatamente, pero cuando lo hacemos para bañarlo (si es que el baño no le gusta) se esconde aunque nuestro tono de voz sea el mismo. Cuando lo llevamos al consultorio del veterinario se resiste a pasar por el lugar, aunque el camino sea el mismo que recorremos para ir a la plaza. Y cuantos ejemplos más.
Cuando llamamos a nuestro perro para salir a pasear éste viene inmediatamente, pero cuando lo hacemos para bañarlo (si es que el baño no le gusta) se esconde aunque nuestro tono de voz sea el mismo. Cuando lo llevamos al consultorio del veterinario se resiste a pasar por el lugar, aunque el camino sea el mismo que recorremos para ir a la plaza. Y cuantos ejemplos más.
¿Cómo podemos
pensar entonces que él no sabe que vamos a matarlo?
El lo sabe y
ningún sufrimiento físico es comparable con la angustia que éste hecho le
produce. Quien haya mirado los ojos de un perro en ese trance no olvidará jamás
esa mirada. Yo no la olvidaré. Como tampoco olvidaré jamás el último caso en el
que llegué a practicar la "eutanasia".
Se trataba de
una perra con una encefalitis en período depresivo que se encontraba en coma
desde hacía 48 horas. Cuando en complicidad con el dueño, convencidos de que
era lo mejor, tomamos la nefasta decisión y preparé la jeringa y al inclinarme
sobre mi paciente para inyectarla empezó a sacudirse tratando, aún
inconsciente, de incorporarse para escapar.
Estoy
absolutamente convencido de que ella supo lo que yo iba a hacer.
Y si ellos
conocen nuestras intenciones... ¿cómo vamos a abandonarlos justamente cuando
más nos necesitan? ¿No somos capaces de dedicarles algunas horas, días o aún
semanas de nuestro esfuerzo, cuando ellos hubieran sido capaces de dar la vida
por nosotros?
Estoy
mencionando exclusivamente a los perros, pero esto se debe exclusivamente a que
es una de las especies que tiene un mayor contacto con el ser humano y por lo
tanto, estamos familiarizados con ellos.
Todos, absolutamente todos los seres vivos sufren la muerte y digo la "muerte" y no su propia muerte exclusivamente. Como ejemplo de esto bastaría con remitirse a las extraordinarias experiencias relatadas en el conocido libro "La vida secreta de las plantas".
Todos, absolutamente todos los seres vivos sufren la muerte y digo la "muerte" y no su propia muerte exclusivamente. Como ejemplo de esto bastaría con remitirse a las extraordinarias experiencias relatadas en el conocido libro "La vida secreta de las plantas".
Lo único que
conocemos de la vida son sus manifestaciones y una de las principales
características observadas en la sustancia viva es su lucha constante por la
conservación de esa vida.
Cada célula,
cada ser unicelular, cada partícula de protoplasma está luchando por
conservarse viva, por disponer del mayor tiempo posible para alcanzar sus
"metas biológicas".
Entonces, ese
animalito que estamos planeando matar, ¿no se sentiría feliz, a pesar de los
dolores de una enfermedad que lo está derrotando, de saber que estamos a su
lado, luchando por su vida hasta el último momento?
Cada ser vivo
tiene su tiempo, su tiempo para nacer y su tiempo para morir.
No conocemos
las leyes que rigen la multitud de circunstancias que conducen al nacimiento de
un nuevo ser, de un ser único, inédito, irreproducible, y la multitud de
circunstancias que determinan el final de esa vida única e inédita.
Matar es sólo
eso, matar. Destruir la vida. Jamás debemos aceptar que la muerte, la muerte
artificial, la muerte provocada pueda producir algún beneficio.
Todo ser vivo
tiene el derecho de vivir hasta su último instante, de disponer de todo su
tiempo y de alcanzar su "propio fin", su muerte natural. Y esa es la
única, la verdadera eutanasia. Todo lo demás es asesinato.
"No
matarás" nos dice uno de los mandamientos y eso significa también "no
matarás en tu corazón", es decir la profunda y verdadera actitud vital de
respeto a la maravillosa creación en la cual estamos incluidos.
Con otras
palabras, sólo el amor puede salvarnos.
Yo se que un día llegará mi hora ¡seguro!,
pero también sé que habrá un perro conmigo en ese instante y que estará a mi lado hasta mi último aliento. Jamás se le pasará por su cabeza peluda ponerme a dormir para que yo deje de sufrir. Él será lo último que verán mis ojos y le estaré agradecido por estar ahí, conmigo hasta el último momento.
Míchel Merino. Educación canina
Yo se que un día llegará mi hora ¡seguro!,
pero también sé que habrá un perro conmigo en ese instante y que estará a mi lado hasta mi último aliento. Jamás se le pasará por su cabeza peluda ponerme a dormir para que yo deje de sufrir. Él será lo último que verán mis ojos y le estaré agradecido por estar ahí, conmigo hasta el último momento.
Míchel Merino. Educación canina
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por participar en esta web